Blog del profe de la web "salvados puntocero - ciclos formativos de administración y gestión"

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viernes, 1 de octubre de 2010

Delibes y la defensa de la vida

Bienvenidos a mi blog "salvados puntocero". Le he estado dando muchas vueltas a cual podría ser la primera entrada que inaugurara este blog. Creo que la mejor es una que une dos de mis pasiones, que por unas u otras circunstancias no puedo dedicarles demasiado tiempo: la literatura y la defensa de los derechos humanos.

Durante el año 2010 han coincidido dos acontecimientos importantes en nuestro país. El 12 de marzo de 2010 falleció en Valladolid, su ciudad natal, el escritor Miguel Delibes; y, por otro lado, se ha aprobado la nueva ley del aborto. Lo primero me ha hecho recordar los libros que, durante mis años más jóvenes, leí de Delibes (El camino, Diario de un cazador, La sombra del ciprés es alargada ...) y me propuse leer este verano dos libros inéditos para mí, "El hereje" y "El príncipe destronado", ¡lo conseguí!. Lo segundo, relacionado con lo primero, me recordó que durante la aprobación de la primera ley del aborto en España, a mediados de los 80, Miguel Delibes escribió en la Tercera del ABC un artículo muy coherente titulado "Aborto libre y progresismo" y pensé: "¡qué buena idea, que mi primer post lo escriba Delibes!. He sido muy poco original porque al meter en Google "aborto libre y progresismo Delibes" me aparecieron "munchismas" entradas de blogs con el susodicho artículo, pero por su gran interés lo reproduzco a continuación. Veréis que sirven sus comentarios tanto a mediados de los 80 como en pleno siglo XXI. El discurso abortista no ha evolucionado.

"En estos días en que tan frecuentes son las manifestaciones en favor del aborto libre, me ha llamado la atención un grito que, como una exigencia natural, coreaban las manifestantes: «Nosotras parimos, nosotras decidimos». En principio, la reclamación parece incontestable y así lo sería si lo parido fuese algo inanimado, algo que el día de mañana no pudiese, a su vez, objetar dicha exigencia, esto es, parte interesada, hoy muda, de tan importante decisión. La defensa de la vida suele basarse en todas partes en razones éticas, generalmente de moral religiosa, y lo que se discute en principio es si el feto es o no es un ser portador de derechos y deberes desde el instante de la concepción. Yo creo que esto puede llevarnos a argumentaciones bizantinas a favor y en contra, pero una cosa está clara: el óvulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser, con un código genético propio que con toda probabilidad llegará a serlo del todo si los que ya disponemos de razón no truncamos artificialmente el proceso de viabilidad. De aquí se deduce que el aborto no es matar (parece muy fuerte eso de calificar al abortista de asesino), sino interrumpir vida; no es lo mismo suprimir a una persona hecha y derecha que impedir que un embrión consume su desarrollo por las razones que sea. Lo importante en este dilema es que el feto aún carece de voz, pero, como proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa, puesto que es la parte débil del litigio.



La socióloga americana Priscilla Conn, en un interesante ensayo, considera el aborto como un conflicto entre dos valores: santidad y libertad, pero tal vez no sea éste el punto de partida adecuado para plantear el problema. El término santidad parece incluir un componente religioso en la cuestión, pero desde el momento en que no se legisla únicamente para creyentes, convendría buscar otros argumentos ajenos a la noción de pecado. En lo concerniente a la libertad, habrá que preguntarse en qué momento hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces en nombre de qué libertad se le puede negar a un embrión la libertad de nacer. Las partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su cuerpo. Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya perjuicio de tercero. Esa misma libertad es la que podría exigir el embrión si dispusiera de voz, aunque en un plano más modesto: la libertad de tener un cuerpo para poder disponer mañana de él con la misma libertad que hoy reclaman sus presuntas y reacias madres. Seguramente el derecho a tener un cuerpo debería ser el que encabezara el más elemental código de derechos humanos, en el que también se incluiría el derecho a disponer de él, pero, naturalmente, subordinándole al otro.

Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna «progresía». En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para éstos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire. Antaño, el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos. Para el progresista eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia.

En consecuencia, había que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba atómica y al patíbulo. El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo. La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Había, pues, tarea por delante. Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la polémica sobre si el feto era o no persona, y, ante él, el progresismo vaciló. El embrión era vida, sí, pero no persona, mientras que la presunta madre lo era ya y con capacidad de decisión. No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto y políticamente era irrelevante. Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia. Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podría atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba mediante una violencia indolora, científica y esterilizada. Los demás fetos callarían, no podían hacer manifestaciones callejeras, no podían protestar, eran aún más débiles que los más débiles cuyos derechos protegía el progresismo; nadie podría recurrir. Y ante un fenómeno semejante, algunos progresistas se dijeron: Esto va contra mi ideología. Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo aquí? Porque para estos progresistas que aún defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado."  Miguel Delibes. Fuente: ABC.es

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno Delibes.
Como enfermero y matrón he estudiado Embriología; consideraciones legales y religioso-morales aparte, simplemente desde un punto de vista biológico, el momento de la concepción inicia la vida de un ser humano. Momento impreciso, cierto, inacabado de todo punto porque es su inicio, pero lleno de todas las posibilidades y potencialidades que le confiere su carga genética. Nuestro primer nombre común es cigoto y ahí empezamos a ser nosotros. ¿No completos? Cierto. Siempre vivimos inacabados en muchos otros aspectos de la persona en los que también somos, incluso más, nosotros. Nos seguimos haciendo cada vez más yo cada día, de hecho se podría decir que todos morimos siempre inacabados...
Personalmente estoy a favor de algunos casos muy concretos de eutanasia activa (valorados y autorizados por un Comité de Ética Asistencial), nunca de la pena de muerte y tampoco del aborto (excepto casos muy concretos por graves deformidades incompatibles con la vida extrauterina o riesgos médicos claros para la gestante, siempre valorados y autorizados por un Comité de Ética Asistencial)... hasta el punto de que tampoco veo claro el aborto de un feto hasta semana 12 por violación de la mujer... y en éste último supuesto la Iglesia Católica y las Asociaciones Provida no han sido coherentes hasta ahora...
Alberto Yagüe.-

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