Blog del profe de la web "salvados puntocero - ciclos formativos de administración y gestión"

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lunes, 19 de marzo de 2012

Cádiz, año 1812

Sophia, la abuela de “Las Chicas de Oro” solía empezar sus nostálgicas historias de su difunto marido, Salvatore, de esta manera: “Sicilia, año 19…” Pues una cosa parecida nos pasa a los españoles con la primera constitución promulgada en España, la Constitución de Cádiz de 1812, que fue aprobada bajo el asedio de los franceses en el último reducto que no pudieron tomar las tropas napoleónicas.

Es el recuerdo nostálgico de una “constitución liberal” porque es la primera vez que se habla de la separación de poderes y especialmente de la limitación del poder del rey (como curiosidad podéis leer los arts. 168 a 173 sobre las funciones del rey y, en concreto, el art. 173 que establece el juramento del rey en el momento de su coronación) y el reconocimiento de los tribunales como los únicos que tienen “potestad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales”. Solamente estuvo vigente dos años, pues el mismo rey Fernando VII (San Lorenzo de El Escorial, 1784 - Madrid, 1833), reconocido como rey en la propia Constitución de 1812, la derogó instaurando de nuevo la monarquía absoluta (aunque volvió a entrar en vigor durante el trienio liberal entre los años 1820-1823).

En total han pasado por España siete constituciones siendo la última, la actual Constitución de 1978, la más estable y longeva con 33 años (la Constitución de 1876 estuvo en vigor hasta 1923, pero con muchos altibajos durante ese periodo). Aunque tengo la impresión de que nuestra Constitución se está comportando como el treintañero que no se independiza de los padres, porque son precisamente sus padres legislativos los que no le deja avanzar en su independencia.
 
La Constitución de 1978 tiene la virtud de haber culminado la transición de una dictadura a una democracia a partir de las leyes vigentes sin dar lugar a un colapso del Estado ni a un enfrentamiento sangriento en la sociedad. Un camino que no ha sido, ni mucho menos, fácil.

Para darnos cuenta de la importancia de lo conseguido podemos mirar los referentes históricos más cercanos, la caída de la URSS y de las dictaduras comunistas de su entorno. Han pasado 20 años desde la dimisión de Mijaíl Gorbachov (Privol'noe, Unión Soviética, 1931) en 1991 tras el fallido golpe de estado y la precariedad económica y política que vive la Federación Rusa actualmente (os recomiendo la película “El Concierto” (Radu Mihaileanu, 2009) para tener una pequeña visión de la Rusia actual) no es, ni mucho menos, comparable con la estabilidad económica y política que teníamos en 1998 (a pesar de las distintas crisis económicas sufridas y los casos de corrupción política vividas). Eso lo consiguieron nuestros mayores y las generaciones actuales y futuras debemos defenderlo porque, si no, sin darnos cuenta, poco a poco nos lo quitarán.

Pero no podemos conformarnos con lo que tenemos. Debemos avanzar. Dar pasos hacia adelante en el ejercicio de la democracia. Buscar un sistema de elección de los representantes políticos en todos los ámbitos, Congreso, Senado, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos más desligados de los partidos políticos que los impone y más dependiente de la voluntad de los electores. Determinar más claramente las funciones del Senado reformándolo si es necesario. Adaptar las competencias del Estado y de las Comunidades Autónomas a la situación política actual que es distinta a la de 1978 cuando se aprobó. Impulsar la separación de poderes especialmente la del poder judicial respecto al legislativo y ejecutivo eliminando cualquier sospecha de politización del mismo.

Dicen que reformar la Constitución es difícil, pero no es así para tomar las medidas que he propuesto. Solamente basta aprobar algunas leyes orgánicas (para la que se necesita la mayoría absoluta en el Congreso) y si hay que reformar la Constitución sería aplicando el artículo 167 de la misma. El mismo artículo que se utilizó para la reforma constitucional de este verano que se aprobó en 3 días (reales). No hace falta medidas excepcionales ni unanimidades (no las hubo en la aprobación de la Constitución, ni en la última reforma constitucional) solamente voluntad política. ¿Pero existe esa voluntad política?.

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